Puedo ver la ciudad desde el cielo. La corona de nubes grises que rodea sus rascacielos ahí está, contrastada por el sol del atardecer que se esconde en el horizonte; deslumbrando la vista con su reflejo en el mar. Puedo ver los trenes cruzando los puentes y puedo ver los autos en las calles. Las imágenes se van acercando hacia el corazón de la metrópolis. Voy pasando, uno a uno, los icónicos edificios de la ciudad. La escena se mira extrañamente amena, como uno de esos días que ya casi no ocurren ahora. No obstante, mientras me muevo hipnotizada junto con las pacíficas imágenes, va creciendo una angustia creciente dentro de mí sin saber por qué... hasta que llegamos a la estación y veo un reflejo: el mío; completo. Claro, estaba recordando aquel día...
Finalmente...
Ttrato de zafarme de la cosa-máquina con todas mis fuerzas pero es inútil. Mis ojos sólo pueden enfocarse en las pantallas y en mi reflejo de hace unos años desenvolviéndose en lo que sería mi yo actual. La escena pasa frente a mis ojos sin dolor alguno. Mis sentidos están absolutamente adormecidos mientras contemplo las imágenes repitiéndose una y otra vez. No sé cuanto tiempo ha pasado, pero sé que es el suficiente para grabarme cada detalle. Repentinamente, las imágenes se detienen y lo único que puedo ver es mi reflejo actual en ellas. Trato de enfocar la vista en dicho reflego; no obstante, en menos de un milisegundo, todo me regresa. Sobre todo el dolor.